La frase del día:
"Solo el que sirve con amor sabe custodiar"
Papa Francisco
El presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB), Mons. José H. Gomez, ha lamentado la sentencia de la Corte Suprema que avala de facto la idea de que el sexo de una persona no viene determinado por la naturaleza -biología- sino por su mera voluntad.
El presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB) y arzobispo de Los Ángeles, Mons. José H. Gomez, ha hecho pública una declaración sobre la sentencia emitida ayer por la Corte Suprema de Estados Unidos, sobre los casos Bostock v. Clayton County, Ga., Altitude Express v. Zarda, y R.G. & G.R. Harris Funeral Homes vs. Equal Opportunity Employment Comm’n.
Los jueces dictaminaron que la prohibición de discriminación por «sexo» en el empleo en el Título VII de la Ley de Derechos Civiles de 1964 ahora prohíbe la discriminación basada en la «orientación sexual» y el estado de «transgénero».
La cuestión era si las protecciones contra la discriminación sexual del Título VII de la Ley de Derechos Civiles también se aplicaban a la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género.
El lunes, la mayoría de la Corte dictaminó que «un empleador que despide a un individuo simplemente por ser gay o transgénero viola el Título VII».
La Conferencia Episcopal de EE.UU. pidió en noviembre a la Corte que no extendiera las protecciones del Título VII a la orientación sexual y la identidad de género, porque hacerlo «redefiniría un elemento fundamental de la humanidad».
«Las palabras importan», dijero obispos de EE.UU. «'El sexo' no debería redefinirse para incluir inclinaciones o conductas sexuales, ni para promulgar el punto de vista de que la identidad sexual es sólo una construcción social en lugar de un hecho natural o biológico».
A continuación, el comunicado del arzobispo Gomez:
«Estoy profundamente preocupado de que la Corte Suprema de Estados Unidos haya redefinido efectivamente el significado legal de ‘sexo’ en la ley de derechos civiles de nuestra nación. Esta es una injusticia que tendrá implicaciones en muchas áreas de la vida.
Al borrar las hermosas diferencias y la relación complementaria entre el hombre y la mujer, ignoramos la gloria de la creación de Dios y dañamos a la familia humana, la base fundamental de la sociedad. Nuestro sexo, ya sea hombre o mujer, es parte del plan de Dios para la creación y para nuestras vidas. Como el Papa Francisco nos ha enseñado con tanta sensibilidad, vivir en la verdad con los dones previstos de Dios en nuestras vidas requiere que recibamos nuestra identidad corporal y sexual con gratitud de nuestro Creador. Nadie puede encontrar la verdadera felicidad siguiendo un camino contrario al plan de Dios.
Toda persona humana está hecha a imagen y semejanza de Dios y, sin excepción, debe ser tratada con dignidad, compasión y respeto. Proteger a nuestros vecinos de la discriminación injusta no requiere redefinir la naturaleza humana.
Oramos para que la Iglesia, con la ayuda de María, la Madre de Dios, pueda continuar su misión de llevar a Jesucristo a cada hombre y mujer».